martes, 16 de marzo de 2010

Marcel Proust En busca del tiempo perdido


Marcel Proust


es el hijo mayor de Adrien Proust, un famoso epidemiólogo francés, y Jeanne Weil, la nieta de un antiguo ministro de Justicia. En 1894 se autopublica Los placeres y los días, una recopilación de poemas en prosa, retratos y relatos largos en un estilo decadente. Ilustrado por Madeleine Lemaire, dueña del salón que Proust frecuenta con asiduidad junto con su amante venezolano Reynaldo Hahn, el cual contribuyó al libro con partituras compuestas por él. El libro le trae a Proust una reputación de diletante mundano que no se disipará hasta la publicación de los primeros tomos de En busca del tiempo perdido.
En el verano de 1895 emprende la redacción de una novela que relata la vida de un joven preso de pasión por la literatura en el París mundano de finales del siglo XIX. La novela sólo es publicada de manera póstuma en 1952 por Bernard de Fallois bajo el título Jean Santeuil. La publicación consiste en una organización y edición de múltiples fragmentos, pero no constituye de ninguna manera un conjunto acabado. Allí evoca Proust notablemente el «Caso Dreyfus», del cual fue uno de los actores apasionados. Es asimismo uno de los primeros en hacer circular una petición favorable al capitán francés acusado de traición y en hacerla firmar por Anatole France. Hacia 1900 abandona la redacción de la novela.
Se vuelca en ese entonces hacia la obra del esteta inglés John Ruskin. Este intelectual que prohibió que se tradujera su obra mientras viviera es descubierto por Proust a través de la lectura de artículos y de obras como Robert de la Sizeranne y Ruskin et la religion de la beauté. La muerte de Ruskin en 1900 es aprovechada por Proust para iniciar la traducción de su obra. Para este fin emprende varios peregrinajes ruskinianos al norte de Francia, a Amiens y sobre todo a Venecia, en donde reside una temporada con su madre. El hecho está registrado en Albertina desaparecida. Los padres de Marcel juegan un rol determinante en el trabajo de traducción: el padre lo acepta como un medio de poner a trabajar a un hijo que se rebela contra las funciones sociales y que acaba de dimitir del trabajo no remunerado en la biblioteca Mazarine. La madre influye más aún: Marcel no domina el inglés, así que ella realiza una primera traducción literal del texto. A partir de allí Proust puede «escribir en excelente francés ruskiniano», como anota un crítico ante la aparición de la primera traducción. Aun cuando las dos primeras traducciones (siendo Sésame et les lys, de 1906, la segunda) son alabadas por críticos como Henri Bergson, la elección de las obras traducidas no resulta eficaz y constituye un fracaso editorial. Es ésta, sin embargo, la etapa de la carrera en donde se afirma la personalidad de Proust. En efecto, acompaña sus traducciones de un abundante aparato crítico, con largos y ricos prefacios casi tan extensos como el texto mismo y con múltiples notas. A medida que traduce a Ruskin toma distancia Proust de las posiciones estéticas del autor inglés. Es esto particularmente evidente en el último capítulo de su prefacio a la primera traducción, en donde alterna entre la admiración y la confesión de distancia con respecto a las traducciones anteriores.

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